lunes, 25 de junio de 2012

Tontos del culo por Rafael Calero Palma



Estos, sin embargo, son bastante listos¿Cómo es posible que la sociedad española permanezca impasible ante la que está cayendo? Sólo hay una respuesta. Sigue leyendo y lo descubrirás.

Somos tontos del culo. Eso es algo que no admite discusión. No hay más que echar un vistazo a nuestra actitud con respecto a los políticos y a la política, a los banqueros y a la banca, a los obispos y a la iglesia, o nuestros comportamientos con respecto a la situación laboral, económica, social en la que nos encontramos en la actualidad, para darse cuenta de eso.


Sólo admitiendo que este país es un lugar repleto de tontos del culo se pueden explicar ciertos hechos, ciertas circunstancias, y como digo, ciertos comportamientos por parte de la sociedad. Porque no me cabe en la cabeza que, sin ser tontos del culo, comulguemos con semejantes ruedas de molino. No me cabe en la cabeza que, sin ser estúpidos de remate, nos traguemos sapos como los que nos estamos tragando últimamente.  No me cabe en esta cabeza que tengo de tonto del culo, que sin ser precisamente eso, tontos del culo, permitamos a esta panda de forajidos que dirigen el cotarro que sigan campando a sus anchas.

A ver si no, cómo se explica que nos hagan pagar dos veces —con nuestros impuestos y con esa maléfica medida que se ha dado en llamar el copago— los medicamentos que necesitamos, mientras que en España hay un ejército, y precisamente eso es lo que forman, de políticos profesionales, que no sirven absolutamente para nada, repartidos entre el Congreso de los Diputados, el Senado, los parlamentos autonómicos, los ayuntamientos, las diputaciones, etc., etc.

Cómo se explica que se recorten los sueldos a los empleados públicos y lo permitamos, mientras que una piara de políticos profesionales y de enchufados está instalada en todas y cada una de las administraciones públicas, cobrando por trabajos fantasmas, es decir, trabajos que no realizan y que, aun en el hipotético caso de que los realizaran, no tienen ninguna función social.

Cómo se explica que a las personas se les quite la casa donde viven porque han tenido la desgracia de perder su trabajo y no pueden pagar la mensualidad de la hipoteca a ese mismo banco que ha robado, estafado, engañado, malversado, etc., etc., masivamente y ha puesto al Estado al borde del colapso.

Cómo se explica que los dirigentes de esos bancos se vayan de rositas, cobrando unas indemnizaciones que cortan la respiración y vivan del carajo mientras que las víctimas del desahucio se quedan en la puta calle, embargados por los siglos de los siglos y muriéndose de hambre ellos y sus hijos.

Cómo se explica que se critique desde la patronal el sistema de limosnas que supone el PER, mientras que la CEOE se lleva todos los años un mogollón de millones de euros para gastarlos en lo que les salga de las pelotas.

Cómo se explica que cada nuevo gobierno lleve a cabo una nueva reforma laboral que sólo sirve para empeorar las condiciones laborales de la gente  y no resuelve el problema del paro y nos quedemos de brazos cruzados.



Cómo se explica que para salvar a la banca española el Estado pida a los buitres europeos un préstamo de cien mil millones de euros y, por el contrario, a la minería española se le retire la respiración asistida y se la deje morir de inanición porque el sector necesita poco más de trescientos millones de euros para salir a flote y eso, amiguitos, no es rentable.

Cómo se explica que los políticos que gobiernan (más certero sería decir que desgobiernan) el país y las comunidades autónomas, engañen a la sociedad, con sus burdas mentiras, nos roben en nuestras narices, nos traten como a borregos, se cambien sin pudor de chaqueta al día siguiente de tomar posesión de sus cargos, coloquen en puestos de confianza (menuda perversión lingüística) a sus hijas, hermanos, maridos y mujeres, y se rían en nuestros caretos de nosotros, mientras los vemos pasar en sus cochazos oficiales, fabricados en Suecia o Alemania, a velocidad de vértigo, rumbo a la siguiente recepción oficial a ponerse hasta el culo de gambas.

Cómo es posible que el que manda en los jueces se gaste un pastón en fines de semana de cuatro o cinco días en los mejores hoteles de Marbella, de Santander,  de Barcelona, y después diga que estaba trabajando y no devuelva ni un solo eurito, y tralarí tralará, todos tan contentos.  

Sólo se me ocurre una explicación para todos estos desvaríos: que somos tontos del culo. Si no fuésemos tontos del culo, ¿cómo íbamos a permitir que pasaran estas y otras muchas cosas?


Publicado en Estado Español




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